14.11.11

Pluma de luna.

... Para comprender algo, él echaba mano de la reflexión; ella, de los sentimientos. Él estaba fascinado por conectar los puntos; ella, por los puntos en sí. A él le daba energía la soledad, le agotaba el compromiso social; y a ella le ocurría lo contrario. Para él, observar solo era una herramienta que permitía obtener un juicio más claro; para ella, juzgar era solo una herramienta para lograr una observación más precisa.
Desde el punto de vista de los test psicológicos tradicionales, ambos tenían muy poco en común. Sin embargo, compartían algo, algo en su forma de ver a la gente o lo que pasaba, una sensación de ironía compartida, una idea común de lo que era emotivo, de lo que era divertido, de lo que era bello, de lo que era honesto y de lo que era deshonesto. Una sensación de que el otro era único y más importante que ninguna otra persona. Una chispa que Gurney, en sus momentos más afectuosos y confusos, creía que era la esencia del amor.
Así que allí estaba: la contradicción que describía su relación. Eran grave, conflictiva y, en ocasiones, miserablemente diferentes, pero, sin embargo, estaban unidos por ciertos momentos de intuición y afecto compartidos.
El problema era que..., desde su traslado a Walnut Crossing, aquellos momentos habían sido escasos y muy espaciados en el tiempo.
Hacía mucho que no se daban un abrazo de verdad, de los que parecía que cada uno de ellos sostuviera el objeto más precioso del universo...

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